Solamente el poder de la ilusión puede recortar la abismal diferencia de calidad que separa al Real Madrid del San Lorenzo.

El presente marca una distancia futbolística abismal entre clubes millonarios y un fútbol, el argentino, obligado a exportar cada vez más jóvenes a sus estrellas. Aunque el fútbol está de repleto de gestas de equipos menores y el equipo del Papa Francisco sueña con protagonizar una en el Gran Estadio de Marrakech.

El conjunto blanco llega lanzado a la final del Mundial de Clubes y sin dudas que despejar en su juego. Tan sólo un par de ellas, acaso, en el equipo titular para Carlo Ancelotti, el técnico que ha devuelto, desde la calma, al éxito al conjunto madridista.

Ancelotti debe decidir si fuerza a Sergio Ramos, que tendría que estar totalmente cojo para no jugar una final, y especialmente si lo hace con James Rodríguez.

Mucho tendrá que cambiar la imagen San Lorenzo. En semifinales estuvo a punto de ser eliminado por un equipo semiprofesional como el Auckland City. Le salvó su mayor experiencia, acuciado por los nervios del debut y el desorden, y la entrada en el campo de Leandro Romagnoli.