André Villas-Boas perfeccionista y organizado, inició su carrera en los banquillos cuando aún era un adolescente de 16 años gracias a Robson, que lo contrató como ayudante después de recibir una carta que le impresionó con sus consejos sobre cómo aprovechar mejor al delantero Domingos Paciencia.

Esta oportunidad le impulsó a iniciar cursos para ser entrenador y seis años más tarde, con solo 22 años, consiguió ser director técnico y responsable de la selección de las Islas Vírgenes británicas, donde fue destituido por primera vez, tras una derrota por 0-9 frente a Bermudas. Luego llegó al Porto para entrenar a las categorías inferiores hasta que fue reclamado por José Mourinho, que aterrizó en el club luso en 2002 y le convirtió en el más joven de sus informadores.

Durante cinco temporadas (2003-2008) fue los ojos y los oídos del técnico luso, primero en el vestuario del Porto, después en el del Chelsea y más tarde adquirió la categoría de adjunto del Primer League entrenador en el Inter de Milán.

Villas-Boas destacó en el Porto por su dedicación absoluta, persuasión psicológica y la forma en que conectaba con los jugadores, un trabajo que convirtió al conjunto blanquiazul en un equipo temible, imbatible durante los 30 partidos de la liga portuguesa.

Su ascenso se volvió imparable con su regreso a la Premier League siete años después, a cargo de uno de los grandes, el Chelsea, cuando se convirtió en el entrenador más caro de la historia del fútbol con su fichaje por 15,8 millones de euros para tres años de los que no completó ni una temporada.

El discípulo de José Mourinho llegó al Tottenham en julio de 2012 para tres temporadas y dejó a los “spurs”, en la mitad de la segunda campaña, séptimos en la liga inglesa con 27 puntos.

EFE