Cuando la UEFA, por deseo de Michel Platini, se planteó una de 24 equipos, nada hacía planear que esa decisión iba a revolucionar tanto el fútbol europeo y pocos hubieran apostado por los octavos de final que se jugarán a partir del viernes.

El experimento, que consistía en dar la oportunidad a pequeñas naciones con poca solera de demostrar su valía en una fase final, se ha convertido en una auténtica rebelión de los modestos.

Quizá el ejemplo más sintomático de la fronda de los pequeños lo represente la Gales de Gareth Bale, que en un grupo complicado, con Inglaterra, Eslovaquia y Rusia, acabó primera.

Es cierto que los galeses dependen de su estrella, que con un gol en cada partido encabeza la clasificación de los goleadores, pero han demostrado que son algo más que una comparsa.

Un papel que también parecía hecho a la medida de una Islandia que, contra todo pronóstico, acabó segunda del grupo F, por delante de Portugal y con los mismos puntos que Hungría.

Algo similar anima a Irlanda del Norte, que por vez primera se metía en la fase final de una Eurocopa y que con una única victoria, lograda ante Ucrania, le ha servido para entrar entre los 16 mejores.

Tampoco había jugado nunca una fase final Eslovaquia como país independiente, aunque sí lo había hecho formando parte de Checoslovaquia.

En el grupo de selecciones inesperadas en octavos hay que incluir también a Irlanda, un equipo que juega con cinco jugadores de segunda división, sin estrellas pero que a base de pasión arrancaron el último billete hacia esa fase. Finalmente, Hungría, también es otra grata sorpresa, que busca recuperar el brillo de antaño.

EFE

INCREÍBLE NARRACIÓN DEL GOL DE ISLANDIA

DESDE LA CABINA DE TRANSMISIÓN

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