El conjunto catalán recuperó su estilo, pero no fue capaz de crear peligro ante un Real Madrid que, a pesar e replegar sus líneas más allá de lo que parecía aconsejable, dio la sensación de sentirse cómodo con ese tipo de partido.

Esa dinámica se mantuvo hasta el descanso con opciones tímidas para el Barcelona por medio de Cesc, Jordi Alba de cabeza y un remate desviado de Messi, en una fase del juego en la que la mejor noticia para el Barcelona fue la actuación de Iniesta.

El Real Madrid salía poco a la contra, pero cuando tenía la opción de hacerlo se mostraba como un equipo rápido y con las ideas muy claras, aunque apenas dispuso de más ocasiones que la de un remate desviado de Isco.

Cuando el partido llegó al descanso, al Barcelona le había faltado que su dominio fuera acompañado de más claridad en ataque y al Real Madrid control del balón y llegada: algo más que intensidad y esfuerzo en defensa.

La segunda mitad dio comienzo con la salida de Jordi Alba lesionado y la entrada del brasileño Adriano y con un Real Madrid cambiado respecto a la primera parte. Volvió a jugar como al principio, dispuso de dos ocasiones por medio de Bale y provocó que el Barcelona viviera sus peores momentos del encuentro.