Pero de repente, cuando parecía que el Mónaco tenía más al alcance sus ambiciones, la estrategia ha dado un giro de 180° y de ser uno de los grandes inversores del fútbol europeo ha pasado a convertirse en un club vendedor.

La salida de Radamel Falcao al Manchester United en el último suspiro del mercado de fichajes acabó por consagrar los nuevos tiempos que corren en el Principado. Sin James Rodríguez, vendido al Real Madrid por 80 millones de euros, el Mónaco parece renunciar a perseguir su ambición.

“No podemos competir con el atractivo de los grandes clubes del continente, el Real Madrid o el Manchester United. Para eso, hace falta algo más que dinero y ambición, hace falta una gran ciudad, gente que venga al campo y estar en una gran liga”, explicó Vadim Vasilyev, el auténtico responsable deportivo de la entidad, a L’Équipe.

Además, señaló que el Mónaco ha tenido que pagar 50 millones de euros a la Ligue 1 para poder seguir jugando y dijo que los patrocinadores no acudieron al club como habían calculado cuando hicieron la gran inversión de estos últimos años.

Si la salida de Rodríguez fue bien asimilada por el vestuario, la de Falcao amenaza con desestabilizarlo, porque el valor simbólico del “Tigre” superaba con mucho su aportación deportiva.

“Para nosotros es como Ibrahimovic para el París Saint-Germain”, afirmaba Danijel Subasic.

Joao Moutinho, que nunca ha ocultado que aceptó la oferta del Mónaco el año pasado atraído por el ambicioso proyecto de Rybolovlev y después de que viera estampar su firma a Falcao, se ha convertido en el único hombre de renombre internacional.

Mientras Falcao telefoneaba constantemente en la grada del Luis II, a la vista de todos los medios de comunicación que ya daban por segura su salida, Moutinho se mostraba inquieto, preocupado por quedarse aislado en un club que no parecía a la altura de sus intereses.

Convertido en el hombre clave del proyecto que dirige Leonardo Jardim, Moutinho tendrá ahora que contar con un grupo de jóvenes promesas, mientras ver desfilar a los jugadores más consagrados, como Éric Abidal, Emmanuel Rivière, Mounir Obbadi o Nicolas Isimat-Mirin.

La sangría es tal que la prensa francesa considera que, en estas circunstancias, el Mónaco no podrá rivalizar con el PSG y que en Europa tendrá complicado llegar a octavos en un grupo en el que también están el Benfica, el Zenit de San Petersburgo y el Bayer Leverkusen.

El silencio en la cumbre del club ha provocado que se multipliquen las hipótesis para explicar el cambio de orientación de su propietario.

Unos señalan que se debe a su costoso divorcio, que puede costarle hasta 3.000 millones de euros, pero que no se resolverá de forma inmediata.

Otros lo achacan a los problemas de salud, tras haber sido operado de un tumor en junio.

Finalmente, se apunta a un malestar de Rybolovlev con el Principado, que se niega a concederle el pasaporte monegasco con el que pretende protegerse de eventuales problemas legales en su país.

En el trasfondo subyace un viejo problema del Mónaco, sus dificultades a retener a las grandes estrellas pese a su favorable régimen fiscal.

El Luis II, pocas veces lleno y con poco ambiente, la ausencia de una prensa propia, la frialdad del Principado, hacen que los jugadores tengan la sensación de vivir lejos de la presión propia del fútbol de alto nivel.

Algo así parece haber sucedido a Falcao, que ha pasado de afirmar que quería convertir al Mónaco en un grande de Europa a pedir su salida del club a toda costa.

Fue Falcao quien forzó su marcha, hasta el punto de obligar al Mónaco a cederle por 10 millones de euros al Manchester United, con una opción de compra por otros 55 millones, en lugar de a venderle directamente, tal y como querían los dirigentes del Principado.

Vasilyev comentó que ahora el proyecto será “a más largo plazo”, con una apuesta deportiva atractiva y jóvenes promesas.

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