El cobre es fundamental para la vida humana, ya que cumple tareas importantes como la prevención de anemia y enfermedades óseas, detención del daño celular, promoción de un desarrollo fetal adecuado entre otras.

Estudios en China, EE.UU y Europa revelan que muchos adultos no reciben cantidades óptimas de cobre. Los cálculos basados en encuestas a dietas individuales indican que más del 30% de las dietas proveen menos de 1,0 mg de cobre al día, cantidad que a menudo se considera como el umbral mínimo de cobre que el organismo requiere.

Bajos niveles de cobre pueden, en el largo plazo, precipitar un sinnúmero de condiciones inflamatorias y degenerativas, incluyendo osteoporosis y enfermedades cardiovasculares. También afectar el desarrollo del feto, sobretodo en el último trimestre de gestación.

Balancear la ingesta de hierro, zinc y cobre es importante, sin embargo demasiado de cada uno puede desestabilizar la habilidad del cuerpo para absorber o procesar a los otros dos.

El cobre puede ser llamado el “nutriente cenicienta”, pues siempre ha trabajado duro, pero sólo hoy está siendo elevado al status de sus metales hermanos como zinc y hierro.

El hierro ha mantenido un perfil altamente nutricional por su carácter fundamental en la prevención de la anemia, especialmente en las mujeres; y el zinc ha destacado por su potencial en la inmunidad.

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