La enfermedad, según el abogado texano Scott Brown, es una que impide a los hijos de los ricos tener una noción clara de la gravedad de sus actos.

En otras palabras: influencias, inconsciencia e indiferencia. Como si hubiera un sistema judicial para pobres y otro para ricos. De hecho la juez Jean Boyd, de la corte juvenil de Fort Worth, estuvo de acuerdo.

Ethan Couch, que a los 16 años conducía una camioneta mientras legalmente ebrio chocó contra un vehículo estacionado, mató a cuatro personas y lesionó a nueve, fue sentenciado a diez años de libertad bajo palabra y arresto domiciliario.

De acuerdo con la investigación, Couch conducía a una velocidad de 100 ó 110 kilómetros por hora en una zona con límite máximo de 65 km/h, y sus pruebas de sangre dieron un porcentaje de 0.24, o sea, tres veces lo que en Texas se considera como índice de embriaguez. Había también indicios de Valium.

Dick Miller, un psicólogo que testificó en favor de la defensa durante el juicio, alegó que las acciones del joven Couch fueron determinadas por una forma de vida privilegiada en la que no había consecuencias por mala conducta y tenía “libertades que ninguna persona joven debería tener”.

El término fue creado por Jessie O’Neill, nieta de un presidente de la automotriz General Motors, que en un libro publicado hacia 1998 describió lo que definió como “El Ghetto dorado: la sicología de la afluencia”.

La idea central es que niños o adolescentes de familias ricas tienen un sentido de derechos personales, pero también de irresponsabilidad.

El término preciso, dijo el doctor Gary Buffone, un psicólogo de Florida, sería más bien un niño consentido y maleducado.

El hecho es que Couch fue sentenciado a diez años de una especie de arresto domiciliario supervisado que cumplirá en California y que incluirá supervisión y tratamiento psicológico. ¿El costo? 450 mil dólares por año.