La pasada primavera, Emma Whitehead que entonces tenía seis años, estaba al borde de la muerte. Su leucemia se había reproducido por segunda vez después de la quimioterapia, y a los doctores no les quedaban alternativas.

Desesperados por salvarla, sus padres la llevaron al Hospital Infantil de Filadelfia a probar un tratamiento experimental. Hasta entonces no se había intentado en niños ni en nadie con el tipo de leucemia de Emma.

El experimento usaba un tipo de virus inactivado para reprogramar el sistema inmune de Emma para que atacara a las células cancerígenas. El tratamiento casi la mata, pero siete meses después sigue libre de cáncer.

Para llevar a cabo la terapia, los médicos extraen del paciente millones de células T, un tipo de glóbulos blancos, y les insertan genes que les hacen capaces de matar las células cancerígenas. Emma había sido diagnosticada con cinco años de una leucemia linfoblástica aguda.

Se trata de una terapia, desarrollada en la Universidad de Pensilvania, que también se está ensayando en otros lugares. Tres adultos tratados en ese centro han tenido también una remisión completa de su cáncer.

En otros casos los resultados no han sido tan buenos, pero pese a ello, expertos en oncología independientes señalan que se trata de un método muy prometedor, ya que incluso en esta fase tan temprana de ensayos ha funcionado en casos desesperados.

El método tiene algo malo: el primer síntoma de que está funcionando es que el paciente enferma gravemente, con temblores y fiebres. Es lo que los oncólogos llaman sacudir y cocer (shake and bake en inglés), y que es lo que casi mata a Emma.

Fuente: Elpais.com