De acuerdo con la Academia Americana de Alergia, Asma e Inmunología de Estados Unidos, las alergias alimenticias más comunes son a la leche, huevo, varios tipos de nueces, mariscos, trigo y soya.

Las de la leche y el huevo son las más frecuentes en niños y la mayoría logran superarlas (80%), mientras que las reacciones por nueces y mariscos llegan a presentarse durante toda la vida.

A continuación pruebas diseñadas por alergólogos e inmunólogos para diagnosticar las alergias:

1. Historial de paciente. Se recaba información desde su nacimiento para verificar que no existan manifestaciones evidentes ante algún alimento.

2. Punción de la piel. Prueba cutánea más común en la que piel es raspada o perforada con pequeñas cantidades del alérgeno.

3. Desafío de comida oral. Al paciente se le da comida en un ambiente controlado para observar sus reacciones.

4. Parche atópico. Prueba en la que un parche pegajoso es pegado a la piel por hasta 48 horas para estudiar sus efectos.

5. Prueba de sangre. Identifica la presencia de cierto alergénicos en la sangre.

De acuerdo con el médico Hugh Sampson, profesor de Pediatría en la Escuela de Medicina Mount Sinai es importante para los pacientes y sus familias entender que el adecuado diagnóstico de una alergia alimenticia puede ayudarlos a distinguirlas de otras enfermedades como intolerancia a la comida y problemas gastrointestinales.

En este sentido, una recomendación es que desde el nacimiento se lleve una historia clínica de cada persona y se realicen pruebas de desafío oral acordes a su edad.