La autoestima es la manera en que nos percibimos y evaluamos a nosotros mismos. Se nos presenta como un juicio o voz interna sobre la manera en que sentimos, pensamos o nos vemos físicamente a nosotros mismos y en relación a los otros. De este juicio comparativo con nuestros modelos e ideales internos devienen sentimientos de aceptación, aprecio o por el contrario de rechazo por uno mismo, los que a su vez tienen directa relación con nuestros estados de ánimo, la forma de comportarnos y socializamos con los demás.

Por lo general decimos que una persona tiene una autoestima alta cuando estamos ante alguien seguro de sí, que puede decir lo que piensa y siente, que está abierto a establecer contacto con otras personas, que puede decir que se equivocó sin sentirse descalificado. Y decimos que una persona tiene autoestima baja cuando muestra poca confianza en lograr lo que quiere, es dubitativo, tímido, le teme a las situaciones nuevas, tiende a aislarse, etc. En realidad, la autoestima – que no es innata, sino que es una construcción a lo largo de la vida – es más compleja que los mencionados estereotipos. Veamos algunos aspectos:

La autoestima es una evaluación de diferentes imágenes de uno mismo. Guardamos muchísimas imágenes de uno mismo desde la infancia, las que guardamos en una especie de archivo o memoria afectiva. La mayoría de esas imágenes están en el inconsciente, no las tenemos presentes. Si han habido diferentes situaciones con afectos similares que se han repetido, éstas se guardan y se sintetizan de manera automática: “archivo de recuerdos en los que me sentí rechazado”, “archivo de recuerdos tristes”, etc. Puede haber auto-imágenes sobrevaloradas con padres que nos hacían sentir adorados y únicos; imágenes de uno cargadas con sentimientos de indiferencia cuando de pronto quisimos mostrarles a nuestros padres una buena nota y ellos no mostraron interés o fingieron hacerlo. También imágenes nuestras cuando sentimos que quedábamos excluidos de alguna situación y nos daba tristeza o celos. Cuando nos recordamos en tal o cual imagen, no es una auto-imagen aislada sino que está en directa conexión con los archivos de memoria afectiva de nuestras historias personales y familiares. La estima propia cambia dependiendo de la situación y del matiz de afecto con el que nos recordamos y nos evaluamos.

La autoestima es fluctuante y tiene un grado de dependencia de la opinión de los demás. Todos tenemos un auto-concepto, el yo-conocido que tiene cada persona. Creemos saber quiénes somos, cómo es nuestro aspecto, cuáles son nuestras fortalezas, también nuestros puntos débiles, sabemos qué nos gusta y que no. Ahora bien, esta información acerca de nosotros mismos es dinámica, puede entrar en contradicciones y está en constante revisión. La imagen interna no es una foto, ni una estatua, tampoco un guión terminado y rígido, tampoco lo es la autoestima. Las otras personas nos reconocen, son amistosas, rechazan o toman distancia y sus actitudes tienen influencia en nuestra autoestima dependiendo de cuan importantes son para nosotros y nuestro balance interno. No somos islas y la autoestima, si bien tiende a tener un balance, es vulnerable a la opinión de los demás y del entorno social. De ahí la importancia de saber con quién compartimos nuestras vidas, ojo con las relaciones tóxicas.

La autoestima se basa en juicios de comparación de las auto-imágenes con nuestros ideales. La calidad de relación que se ha tenido con la madre, el padre o sus figuras sustitutas durante la infancia y adolescencia es la fibra con la que está hecha la conciencia crítica o el juez que nos califica en nuestro interior. Cada persona ha tenido una relación particular con su madre, padre o sus figuras importantes de crianza, éstos eran percibidos grandiosos en su bondad o maldad. Lo que se interioriza es la interacción niño-adulto. Padres o madres tolerantes o hipercríticos, explosivos o evasivos, sobreprotectores o indiferentes, perfeccionistas o descuidados, etc., en sus diversos matices, y la forma en que esas actitudes parentales nos hacían sentir y reaccionar, le dan características específicas al modo en que el juez interior nos califica ante un error o un acierto. Conozco a varios ejecutivos que son exitosos, pero no valoran las metas alcanzadas porque consideran que es lo mínimo esperable en él/ella. Tienen ideales muy altos. Son personas perfeccionistas con áreas de su autoestima en las que se sienten muy seguras (en su capacidad de trabajo, por ejemplo), pero que al momento de sentir satisfacción por sus logros, sólo sienten vacío, inconformidad y malestar.

La autoestima tiene un balance. La autoestima es como el dólar, puede subir o bajar dependiendo de los estímulos internos o externos. Como decía, puede ser fluctuante. Siguiendo con la analogía, el Banco de Reserva logra mantener el dólar flotando en un rango que no es ni muy alto ni muy bajo. Si está subiendo, el Banco inyecta dólares a la economía, si el precio está bajando, el Banco sale a comprar. Esa función de ecualizador de nuestras imágenes internas la tenemos incorporada en el yo, que es nuestro Banco de Reserva, y nos permite que los cambios en la autoestima no salgan de un rango emocional, a menos que haya situaciones que nos movilicen de manera considerable. Es esperable que a ratos las personas se sientan frustradas consigo mismas, estén inseguras ante una situación determinada o se hayan salido de sus casillas con una fuerte emoción (cólera o miedo, por ejemplo). Cuando esto ocurre alguna de las imágenes internas – coléricas o atemorizadas, siguiendo el ejemplo – tienen predominio en la mente para, pasado el momento, volver al estado de balance interno.

Ahora que sabes un poco más acerca de la autoestima, recuerda:

Cuando te reprochas a ti mismo, te desvalorizas, te dices cosas feas, fíjate que te estás tratando como si fueras tu peor enemigo. ¿Quieres sentirte mejor? Acéptate tal como eres, quiérete a ti mismo, incondicionalmente. Cuando empieces a decirte cosas negativas, intercede por ti como el mejor de tus amigos.

Carlos Jibaja Zárate, psicoterapeuta psicoanalítico de CAPS te atiende.