Dicen que un rudo del cine y una diva de figura perfecta se ablandaron a la primera con un pisco sour en la Ciudad de los Reyes, a mediados del siglo pasado. El mítico John Wayne y la deseada Ava Gardner son solo dos de los visitantes que cayeron rendidos ante el cóctel bandera de los peruanos.

La experiencia del pisco sour es única. Quienes lo prueban tienen explicaciones diversas respecto al encanto de la bebida. Los románticos afirman que es el aroma lo que seduce.

Otros, más reflexivos, consideran que su atractivo está en la combinación exquisita del limón, el jarabe de goma y el pisco. Los amantes de la bohemia, en cambio, sugieren que no es solo el trago sino también el entorno y la compañía. La mayoría no busca razones.

El origen del pisco sour ha sido motivo de investigaciones sesudas y detalladas. La versión más aceptada indica que la bebida nació en el bar Morris, local inaugurado en 1916 por Víctor Morris en la calle Boza, actual Jirón de la Unión. Por esa temporada, el cóctel se servía también en el hotel Maury y el Gran Hotel Bolívar.

De allí para adelante, la bebida bandera se ha mantenido intacta, para deleite de los peruanos y los amigos del mundo.

Una resolución ministerial de abril de 2004 instituyó en todo el Perú el Día del Pisco Sour, que desde entonces se celebra el primer sábado de febrero de cada año. En 2007, el Instituto Nacional de Cultura (INC) declaró al pisco sour Patrimonio Cultural de la Nación.

Como no podría ser de otra manera, el insumo principal de este cóctel (el pisco) también es motivo de orgullo para los peruanos. Su origen se ubica en la localidad de Pisco, en la región Ica, al sur de Lima.

Todas las embajadas peruanas en el mundo deben organizar sus recepciones oficiales con este licor. Así, como parte de su protocolo, ya no invitan el conocido “vino de honor” sino el peruanísimo “pisco de honor”.

En cualquier caso, no hace falta ser una estrella del séptimo arte o un diplomático para agasajar los sentidos con un delicioso pisco sour.

Fuente: Andina