El sonriente personaje fue forjado a lo largo de los últimos diecisiete siglos, basado en la historia de un obispo que vivió en el siglo IV.

La ciudad de Mira (actual Turquía), tuvo un sacerdote llamado Nicolás, célebre por la generosidad que mostró con los niños y con los pobres.

A su muerte fue canonizado por la Iglesia católica con el nombre de San Nicolás. Surgieron entonces innumerables leyendas sobre los milagros realizados por el santo en beneficio de los pobres y de los desamparados.

En el siglo XVII, emigrantes holandeses llevaron la tradición de “Sinterklaas” a los Estados Unidos, cuyos habitantes anglófonos adaptaron el nombre a “Santa Claus”, más fácil de pronunciar para ellos, y así fue como se creo la leyenda del señor que regala presentes en Navidad.

Hasta los primeros años del siglo XX, Santa Claus era representado como un hombre muy alto y delgado,pero la campaña publicitaria que lanzó la Coca-Cola en 1921 lo convirtió en un hombre de contextura gruesa, sonriente y de rostro sonrosado, que vestía las ropas con que lo conocemos, del color rojo que caracteriza la propaganda de esa compañía.

De esa forma, Santa Claus se convirtió rápidamente, en los Estados Unidos, en símbolo de la Navidad, en estímulo de las fantasías infantiles y, sobre todo, en icono del comercio de regalos navideños, que anualmente moviliza miles de millones de dólares.