“No hay mejor maestra que la historia”, destacó el secretario general del Ministerio, Mario Huerta, “y justamente este episodio nos da pie para comprender y afirmar la necesidad de vivir en una sociedad con mayor tolerancia, donde se respetan las creencias, las ideas, y las opciones más diversas”.

El director del Proyecto Arqueológico, Pedro Espinoza, destacó que el complejo Mateo Salado es uno de los más importantes de la costa central del Perú por su gran extensión y por su monumentalidad. Floreció entre los años 1100 y 1450 gracias a los Yshma y fue posteriormente ocupada por los incas.

La iluminación que anoche se encendió para esta especial ceremonia permitió comprobar, en palabras de Espinoza, que estamos ante una de las máximas expresiones arquitectónicas de los antiguos limeños.

“El Ministerio de Cultura”, continuó Espinoza, “ha emprendido la recuperación sostenida de este complejo, y la ha impulsado más aún en los últimos meses con acciones de saneamiento legal que harán que este sea un monumento más respetable y propicio para el disfrute cultural de todos los vecinos y visitantes”.

Finalmente, Mario Huerta sostuvo que “las huacas se van convirtiendo en espacios públicos e integrados a la comunidad”, y anunció, muy complacido, que se seguirá trabajando “con el mismo entusiasmo y cuidado que hemos puesto en cada uno de los muros de Mateo Salado”.

La ceremonia contó con la presencia del director general de Patrimonio Arqueológico inmueble del Ministerio de Cultura, Luis Cáceres Rey; el teniente alcalde de la Municipalidad de Pueblo Libre, Luis Roselló; funcionarios de ambas instituciones.

MATHEUS SALADE

Salade vivió en la zona arqueológica como un ermitaño, debido a la persecución a la que fue sometido por causa de su fe luterana. Fue acusado de blasfemo, hereje contumaz y de proferir palabras impías. Se le consideró además “falto de juicio”, puesto que se le veía distraído y trabajando solo y en vano en la huaca.

La Santa Inquisición lo apresó en 1571 y se ordenó su ejecución en la hoguera el 15 de noviembre de 1573 en el primer Auto de Fe en la Plaza Mayor de Lima. Antonio de La Calancha (1639) recoge estos hechos y señala que el lugar en tiempos prehispánicos fue templo de los pescadores y residencia del inca.

Otras referencias sobre el francés Mateo Salado pertenecen a Ricardo Palma, quien lo menciona brevemente en sus Anales de la Inquisición en Lima (1863) y a Toribio Medina, que relata el proceso en su Historia del Tribunal de la Santa Inquisición en Lima (1887).

EL COMPLEJO

Desde que se inició la Puesta en Valor de la Zona Arqueológica Monumental Mateo Salado se ha investigado, conservado y habilitado para visitar tres de las cinco pirámides escalonadas que posee. Se ha realizado además varias actividades y talleres artísticos dirigidos a la población vecina, para crear d este modo vínculos positivos entre ésta y el monumento.

Fruto de dicho proceso de intervención se ha hallado también diversas evidencias arqueológicas. Recientemente, el Ministerio de Cultura mostró una serie de hallazgos expuestos en la Pirámide E.

Se trató de objetos que pertenecen a un cementerio de época inca que ocupó la cima de la pirámide y que han sido recuperados pese al intenso huaqueo que sufrió el área durante decenios.

En el grupo se encontraron vasijas con influencia norteña (chimú), ceramios y ornamentos de arcilla en miniatura, un prendedor de hueso que representaría la cabeza de un cóndor, pinzas de metal, implementos para elaborar textiles, etc.

En el mismo contexto se halló el cuerpo completo de un niño que fue enterrado en una suerte de paquete tubular formado por un textil de algodón cuyo extremo fue cerrado con un tejido de lana, entre otros varios fardos que se hallan actualmente en proceso de excavación. Se ha podido determinar que hubo 26 entierros en un área de apenas diez metros de lado en la cima de la pirámide.