Manuel Ricardo Palma Soriano también conocido como “El Bibliotecario Mendigo” fue un escritor tradicionista y periodista peruano.

Estudió leyes en el Convictorio de San Carlos y posteriormente en la Universidad Nacional de Ingeniería. La política le deparará los cargos de cónsul de Chile, senador por Loreto y funcionario del Ministerio de Guerra y Marina.

Sin embargo, fue la literatura la actividad en la que destacó enormemente. Tuvo una gran presencia en la prensa satírica, en la que es un prolífico columnista y uno de los baluartes de la sátira política peruana del siglo XXI.

En 1872, se ve publicada la primera serie de su obra capital, las Tradiciones Peruanas. A lo corto de su vida va entregando artículos, trabajos de investigación e incluso estudios lexicográficos sobre la variedad peruana del español.

El éxito cosechado por sus volúmenes de Cuentos malévolos y su incansable quehacer intelectual lo convierten en una figura reconocida en vida, no solamente en su país sino, en todo el mundo de habla hispana. Se lo acoge como uno de los escritores clásicos de poesía más excepcional, magnífico y destacado del continente americano.

Además de tener influencia en España e Hispanoamérica. Fue miembro importante de la Real Academia Española, la Real Academia de la Historia y de la Academia Peruana de la Lengua, así como miembro honorífico de la Hispanic Society de Nueva York, y otras organizaciones de literatura e historia de América y Europa.

Frases

De las flores, la violeta; de los emblemas, la cruz; de las naciones, mi tierra; y de las mujeres, tú.

Bello es ver en la llanura una palmera piramidal; más, mujer, en tu hermosura todo es más regio, ¡todo es triunfal!

¿Dices que no se siente la despedida? ¡Ay! Di al que te lo dijo que se despida.

¡Quién me diera, flor divina, ser la gota peregrina del ligero rocío matinal, que ha vivido un sólo instante acariciada y amante, entre la sonrisa loca de tu boca de coral!

En el libro de tu historia en ser yo, flor de las flores, página hermosa de amores tengo empeño.

Ámame como quiere su ambrosía en el jardín la flor; como ama de su voz la melodía festivo ruiseñor.

Morena del alma mía; morena, por tu querer pasaría yo la mar en barquito de papel.

Siempre vives, alma mía, en mis recuerdos de amor, como el perfume en la flor.

¡Bendita seas, patria de valientes, y que el porvenir te reserve horas más felices que las que forman tu presente!