A mediados de la década de 1970, Fernando de la Jara decidió mudarse a los Andes peruanos, en este auto-exilio, convivió con los nativos, porque, como él explica, conservan una dimensión poética en sus vidas. Pintó allí durante años, trabajando de forma independiente de galerías.

A mediados de los años 80, De la Jara se trasladó a Nueva York, donde pintó durante varios años. En 1987, fue invitado por Katholische Universität Eichstätt en Alemania para participar en un proyecto de investigación sobre el arte emblemático barroco en América Latina, se trasladó a Pappenheim, cerca de Munich, en Baviera, donde vivió y trabajó.

De la Jara, quien se desplaza entre las diferentes disciplinas artísticas: pinturas, murales, esculturas, instalaciones y vídeo-instalaciones, concibe a la pintura y a la poesía como una misma disciplina.