Oskar Schindler fue un oportunista y hábil hombre de negocios y no ocultaba su afición por las mujeres, las fiestas y la vida bohemia. Estaba casado con Emilie, quien, a pesar de sus devaneos, le profesaba una profunda admiración y respeto.

Schindler fue reclutado por las SS como informante durante un tiempo por ser conocedor de los contactos con comerciantes polacos y judíos adinerados, aprovechándose de ello para ganarse la estima de las altas esferas nazis.

Los oficiales nazis veían en Schindler no sólo a un simpático y agradable Donjuán, sino también a una fuente para proveerse ocultamente en las fiestas de damas de la alta sociedad alemana, apreciadas prendas y artilugios del mercado negro. Gracias a estos contactos, Schindler vio una oportunidad de lucrarse con un negocio durante la invasión de Polonia en 1939.

Schindler adquirió a un bajo precio una fábrica en Cracovia, a la que nombró Deutsche Emaillewaren-Fabrik. Como la mano de obra germana resultaba cara y además escasa, resolvió negociar con el comandante del campo de trabajo de Plaszow, el Hauptsturmführer SS Amon Goeth. Desde este campo se enviaban trenes con judíos seleccionados para los campos de exterminio de Auschwitz, Treblinka y Sobibor.

Schindler negoció con Goeth el arrendamiento de mano de obra en judíos aptos para su negocio, seleccionando entre ellos a un contador muy habilidoso llamado Itzhak Stern. Obtuvo inicialmente unos 350 operarios judíos para trabajar allí, con la ayuda de Stern.

Schindler, gracias a su habilidad, pudo retener y proteger a los judíos de su fábrica hacía el final de la guerra y salvarlos de morir en los campos de exterminio nazis. A finales de 1944 Schindler pudo salvar a unos 1100 judíos polacos, quedando casi en la bancarrota personal.