Una insaciable especie de estrella de mar espinosa amenaza la pervivencia de los corales que desde hace años devora sin control.

Científicos nipones y australianos han descifrado ahora cómo se comunican estos seres con el objetivo de preservar los arrecifes.

Esta estrella es la corona de espinas o acantáster púrpura (Acanthaster planci), “uno de los pocos animales que pueden comer corales”, en los que basa su dieta, explica a Efe Ken Baughman, uno de los autores de un reciente estudio del Instituto de Ciencia y Tecnología de Okinawa que ha desentrañado el genoma de la especie.

Fue en 1957 cuando se informó por primera vez de la presencia de esta estrella de mar en las costas de la localidad nipona de Onna, en la isla meridional de Okinawa, donde esta depredadora de corales se conoce localmente como “onihitode”, la estrella de mar demonio.

Debido a su enorme proliferación en los últimos años, la comunidad científica se ha lanzado a su estudio para hallar pistas que ayuden a atajar la superpoblación de estos invertebrados, que también están dañando seriamente la Gran Barrera australiana.

Nativas de la región Indo-Pacífico, la especie está experimentado un auge que congrega desde cientos de miles hasta millones de estrellas en densidades de población de 150.000 por kilómetro cuadrado.

“Normalmente los arrecifes sólo tienen un puñado”, dice Baughman, pero en las últimas décadas se han triplicado los “brotes” de estas estrellas, cuyo apetito voraz un ejemplar consume hasta 10 metros cuadrados de carne de coral al año es responsable de entre el 37 % y el 99 % de la disminución de la cubierta de coral vivo.

En su búsqueda para encontrar vías de control para este problema que está acelerando la degradación de los corales junto a factores como el calentamiento del mar, el equipo de Baughman desde Japón e investigadores australianos interrogaron a las estrellas analizando su genoma, que por primera vez ha sido completamente secuenciado.

Es algo así “como un manual de instrucciones de cómo construir una estrella de mar, con el que podemos entender mejor su biología” y en consecuencia su comportamiento, explica Baughman.

“Uno de nuestros mayores descubrimientos fue (…) que podemos decir qué químicos y hormonas que se miden en el agua alrededor de la estrella de mar provienen exactamente de nuestra estrella”, unas sustancias que este animal usa para comunicarse con los de su especie.

Los investigadores esperan que su hallazgo permita en un futuro inmediato mejorar su biocontrol y hallar formas más eficientes de capturar ejemplares en lugares donde aparecen en gran número; mientras que a largo plazo, quieren averiguar por qué se reúnen.

“No es como si un día una estrella de mar se despertase y dijese: ‘¡Eh, chicos! ¡Vamos a destruir el arrecife hoy!’”, bromea Baughman.

Los investigadores creen que el aumento “podría estar relacionado con la actividad humana”, por lo que encontrar la causa es a la vez una interesante cuestión científica y un descubrimiento útil.

Durante sus pesquisas, los científicos hicieron otro sorprendente y extraño hallazgo, lo similar que son los genomas de los ejemplares de Okinawa y Australia, a 5.000 kilómetros de distancia, lo que les hace pensar que esto “puede estar relacionado con los brotes”.

La emoción por el hallazgo queda eclipsada por otra alarmante particularidad de esta estrella espinosa que, además de tener un estómago hasta 10 veces mayor que otras especies como la Linckia y la Culcita, posee una excelente tasa de fecundidad, que aumenta de manera desproporcionada en función del tamaño.

Una hembra de 30 centímetros de diámetro es capaz de transportar 15 millones de huevos; una de 50 centímetros, 120 millones. Si a eso se suma una de las mayores tasas de fertilización externa entre los invertebrados marinos, no extraña la imperiosa necesidad de la comunidad científica de seguir indagando.

Fuente: EFE

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