Robert Plant, el que fuera cantante de Led Zeppelin, visitó por vez primera Paraguay para ofrecer la noche del jueves un multitudinario concierto en el que estuvieron presentes los ecos metálicos de la legendaria banda británica y el blues pantanoso que destila su última etapa.

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Había ganas de ver a Plant en Asunción desde que los medios locales dieron un seguimiento de su llegada el último martes y de sus posteriores excursiones por la ciudad, donde se dejó fotografiar por los aficionados que lo reconocieron.

No era para menos en una capital donde escasea la oferta internacional de rock y que esta semana celebra el Asunciónico, una variante del Lollapalooza que recorre el Cono Sur, y en el que Plant comparte cartel con artistas como Jack White y The Smashing Pumpkins.

Tras la actuación de estos últimos, y ante unas 5.000 personas agolpadas en uno de los dos escenarios instalados en el hipódromo de Asunción (Jockey Club), Plant llegó y venció.

Arropado por* The Sensational Space Shifters*, una banda capaz de invocar el espíritu de Bo Diddley y de los bluesmen del Mississippi, Plant elaboró un brebaje con esos sonidos, presentes en ‘Lullaby and? The Ceaseless Roar’, su último álbum, y con los acordes que hicieron flotar ese imperecedero artefacto llamado Led Zeppelin.

Así se sucedieron temas de esa producción de 2014 como ‘Turn It Up’ y ‘Rainbow’, una doble introspección en las raíces de la música popular estadounidense y en el territorio celta al que siempre fue fiel la banda de Jimmy Page, el viejo compañero de fatigas de Plant.

En esa línea, y haciendo gala de la vocación de alquimista musical en la que se ha enfrascado tras la disolución del dirigible ovalado, ofreció una versión un tanto heterodoxa de ‘Black Dog’, de los Zeppelin, que Plant anunció vocalizando la palabra “perro” en un español paupérrimo.

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Fue una versión oscura, si cabe no apta para quienes rinden culto a rajatabla al mítico dirigible, pero con una fuerza y electricidad que levantó las manos de un público entregado y sabedor de estar frente a una leyenda que no quiere vivir de las rentas.

Y para rematar la faena, tras hacerse de rogar por un público que no le dejó retirarse, ‘Rock N’ Roll’, el himno por excelencia de Led Zeppellin.

Fue una versión también fangosa, pero manteniendo el inmortal riff de guitarra que resarció a muchos de quienes se agolpaban frente al escenario, aquellos que siempre lamentaron no haber tenido la oportunidad de ver en directo a Led Zeppelin.