El concierto de The Cure en el Estadio Nacional fue como una extraña montaña rusa: Subió y subió hasta alcanzar el clímax, para luego descender y convertirse en algo denso, por momentos confuso y cansado, apto sólo para los fanáticos más acérrimos, que a diferencia del 70% de asistentes, que fueron a escuchar los 4 hits eternos de la banda, sí disfrutaron a plenitud del show de Robert Smith y los suyos.

Fueron 41 canciones que repasaron el soundtrack de nuestras vidas. Pudimos ver al The Cure más festivo y comercial, al más introspectivo e intenso y al experimental. Todos desde una perspectiva de sonido perfecto (tremendo el trabajo del sonidista que hizo brillar las canciones en un recinto tan complicado como el José Díaz) y de una puesta en escena muy sencilla, que hicieron primar la música de la banda inglesa, cuya intención no fue congraciarse con un público que jamás lo había visto, sino mostrar todo el paquete completo, cuyo contenido no era básicamente de hits, todo lo contrario, se trata de un grupo hecho por y para aquellos que conocen su discografía de cabo a rabo.

Por eso los mejores momentos de The Cure en el Estadio Nacional, que recibió a unas 35 mil personas (el recinto no se llenó), fueron aquellos cuando el grupo interpretó sus clásicos de siempre (“Lovesong”, “In Between Days”, “Just Like Heaven”), tuvo picos de emoción para aquellos que conocen algo más de la banda (“Pictures of You”, “Fascination Street”, “A Forest”, “Trust”) y premió a los que sólo fueron a escuchar los quemados clásicos de siempre (“Close to Me”, “Boys Don’t Cry”).

Lo de The Cure en Lima es para el recuerdo. Las postales de Robert Smith en el Perú serán imborrables de la mente de sus fanáticos por muchos detalles, especialmente porque nunca le habló al público, salvo algunos “gracias” y por la grandísima performance de la banda, compenetrada con el paso de los años, tocando como una máquina de perfección y demostrando que la voz de su líder fundador sigue tan particular como a comienzos de los ochenta, y eso que tuvo que trajinar durante 41 largas canciones.

Una lástima que todo haya comenzado bien, con el público conectado hasta casi el final de la primera parte. Sólo bastó que The Cure se vaya por 20 minutos del escenario y regrese con un set denso y experimental para que gran parte de la gente que ocupaba la primera zona se dedicara a conversar, prefería irse a comprar cerveza o, en el peor de los casos, se sentaba en el piso a esperar que el grupo toque algo más conocido. Típico de aquellos con cultura del “greatest hits” y sin interés alguno por la extensa carrera de Robert Smith.

Pero si con el segundo encore la gente se desconectó por completo del espectáculo, con el tercero la reconexión fue inmediata, todo gracias al variado repertorio que estaba por venir, y que incluyó perlas como “The Lovecats” , “The Caterpillar”, “Close to Me”, “Hot Hot Hot!!!”, “Let’s Go to Bed”, “Why Can’t I Be You?”, “Boys Don’t Cry” (el mejor momento de la noche) y el grandísimo cierre con dos de sus primeras canciones, “10:15 Saturday Night” y “Killing an Arab”, que cerraron la hasta hoy eterna deuda de The Cure con nuestro país.

Juan Carlos Cabrera / @fugazvolatil