Con el escenario a oscuras, tenues luces azules y humo tapando toda su anatomía, la aparición de la sensual Beyoncé con las piernas abiertas sobre una pequeña silla, daban inicio a lo que sería la ceremonia del Grammy más esperada de los últimos años.

Segundos después, se desató una bomba de elegancia y sensualidad en un pequeño cuerpo color canela que se contorneaba al ritmo de la música y de su peculiar tono de voz.

La sorpresa la puso su esposo, el rapero Jay-Z, que agregó el toque de fuerza y masculinidad a la apertura de la ceremonia de premiación de la quincuagésima sexta edición del Grammy.