Alejandro Sanz ultima estos días en Madrid el monumental espectáculo que estrenará en octubre próximo en México, país en el que se siente “muy a gusto”, en paralelo con el lanzamiento de su álbum “La música no se toca”, que nació con la intención de componer un álbum “de pop rock sinfónico monumental”.

“Hay una canción que creo que es un homenaje al “Sgt. Peppers” de The Beatles y también hay una parte como del “Bohemian Rhapsody” de Queen, pero no fue algo que planeara”, dice.

Se trata, añade, “de la sucesión lógica” a sus últimos discos y la plasmación más directa de otra faceta de su cultura musical, que se forjó en su infancia a base de flamenco y rock, “rock duro además”, puntualiza.

El resultado, opina, es la “la gira más espectacular” que ha hecho hasta el momento, una cuestión que no depende de tamaños.

“Ha habido veces en que nos hemos gastado más dinero en un escenario más grande y no lo hemos sabido usar”, dice Sanz sobre su última propuesta, “más recogida” pero también más apabullante.

“Es un disco dedicado al merodeo, al deambular. Me han pasado muchas cosas, buenas y malas, y he aprendido que el viaje está en el camino, no en la meta”, señala el intérprete, que en el último año tuvo a su tercer hijo, perdió a su madre y contrajo matrimonio con Raquel Perera. EFE