Básicamente, el proceso de recarga de un cristal terapéutico o mágico consiste en ponerlo bajo la acción de una radiación que abarque el espectro lumínico completo, incluyendo el ultravioleta y el infrarrojo cercanos; esa fuente de radiación no es otra que la más económica y accesible del planeta: la luz del sol.

Cuando utilizamos el sol como fuente de recarga para nuestras piedras, el procedimiento más conveniente es mantenerlas bajo sus rayos, sumergidas en agua de lluvia o de pozo, durante no menos de dos horas, y luego secarlas al sol, retándolas esporádicamente, de forma que la radiación solar alcance cada faceta, durante un período no menor a quince minutos cada cara.

En estos casos resulta ideal el método de limpieza por la luz solar directa, ya que cumple ambas funciones a un tiempo: elimina las radiadones nuevas, al tiempo que incorpora todo el espectro lumínico visible e invisible, proveniente del sol.

Otro procedimiento de carga de los cristales, que puede llevarse a cabo mientras éstos permanecen en reposo entre sesión y sesión, consiste en alojarlos dentro de geodas grandes de amatista o cuarzo hialino.

Este método resulta particularmente eficaz con cristales no demasiado debilitados ni contaminados, y brinda sus resultados óptimos cuando las geodas se mantienen bajo la luz solar directa, sin interposición de cristales o cortinas, que recortan parte del espectro lumínico. Este proceso de recarga mediante geodas puede optimizarse si complementamos la disposición con cuatro cristales canalizadores de cuarzo hialino de una punta, disponiéndolos de forma que la base de cada uno esté orientada hacia uno de los puntos cardinales, y los vértices hacia la drusa. Cuando se utiliza este sistema, conviene colocar siempre las mismas piedras dentro de la misma drusa, transformándola así en su “hogar permanente”.

Fuente: Consultorio Esotérico.