El destacado actor Hernán Romero conserva su espíritu rebelde y la fuerza de su versatilidad en escena. Confiesa que estuvo a punto de morir en el 2002 y reafirma su vocación con el cristianismo.

A pesar de actuar en la televisión su vida no está asociada a escándalos, ¿cómo lo logró?

-No he sido un desaforado, ni tampoco un ángel, nunca busqué que mi vida personal sirva para promocionarme, si no que la excelencia de mi trabajo sea lo que me de prestigio.

Estuvo enfermo, casi al borde de la muerte, ¿ocurrió un milagro?

En 2002 casi me muero. Se me perforó un divertículo en el colon, me dio septicemia. Pero estoy aquí rescatado por el señor…

¿Se ha convertido en cristiano o cree más en él?

-Siempre he sido creyente, pero ahora lo soy más que antes. Tengo un gran compromiso con el señor.

¿Cómo descubrió que tiene un compromiso que cumplir?

-El talento que yo tengo, no me pertenece, yo no hice nada por tenerlo, yo nací con él. Es un don, un regalo de Dios. Estudié y me perfeccioné. Si este regalo que me dio Dios no lo pongo a su servicio, para qué vivo.

Interpreta papeles de bueno y malo, ¿con cuál se siente más cómodo?

-Los buenos, generalmente, son victimas, todo les pasa, sufren. En cambio el malo, tiene más riqueza, matices, más capacidad para emocionar.