El actor estadounidense , que estrena esta semana en Francia This must be the place , de Paolo Sorrentino, aseguró hoy que a estas alturas de su carrera todavía tiene “muchas pasiones y aspiraciones”, y que es partidario del principio de no mirar atrás, porque hacerlo “no sirve para nada”.

En una entrevista concedida al dominical de “Le Journal du Dimanche”, Penn, que acaba de cumplir 51 años, asegura que con el tiempo ha descubierto también que se adapta perfectamente a los periodos de inactividad y que tiene más paciencia que antes, lo que califica de “una novedad” para él.

Reconoce, no obstante, que ha dejado de leer todos los guiones que le proponen, para centrarse “únicamente” en los de sus amigos, en los de la gente que respeta o a quien tiene estima, y en aquellos que van acompañados de una oferta sustanciosa de dinero.

Entre proyecto y proyecto tiene su base establecida en Malibú, pese a su rechazo a los “paparazzis” que siguen a todos los famosos que viven por la zona.

“Debería haber leyes que les impida esconderse fuera de lugares públicos. Pero nadie se toma en serio el hecho de que los actores son seres humanos que tienen el mismo derecho que el resto de la gente a que se respete su vida privada”, asegura Penn, ganador de dos Oscar por sus actuaciones en “Mystic river” y “Harvey Milk”.

“Hay una caza abierta continua”, prosigue. “Y quienes se atreven a quejarse son considerados lloricas que deberían avergonzarse de quejarse de su suerte”, lamenta el actor, no sin reconocer que en las nuevas generaciones lo que más le choca es ver cómo algunos “se comportan como si fueran candidatos a un concurso de popularidad”, indicó.