El cine siempre solemne de Paul Thomas Anderson divaga bajo los efectos de la marihuana que se fuma en “Inherent Vice”, la adaptación de la novela de Thomas Pynchon que se estrenó mundialmente en Nueva York y que emborrona las claves del cine negro con el humor laxo que provoca esta sustancia.

Con Joaquin Phoenix en el papel del desastroso pero intuitivo Doc Sportello, el filme se presentó en el Festival de Cine de Nueva York como otra muestra del gusto por lo coral del director, que ha reclutado a nombres como Josh Brolin, Owen Wilson, Benicio del Toro, Reesse Witherspoon y Martin Short.

Todos ellos componen un catálogo de excentricidades con las que el realizador de “Magnolia” o “There Will Be Blood” se despoja de la seriedad de fondo para entregarse a una historia escurridiza sustentada por diálogos y personajes.

Anderson comparó sus propósitos con el efecto que le causó ver “The Big Sleep”, el clásico del cine negro con Lauren Bacall y Humphrey Bogart famoso por tener una trama imposible de seguir.

“Inherent Vice”, lejos del glamur oscurantista de aquella cinta de Howard Hawks de 1946, se pasa al sol abrasador de California en un verano de 1971 y al look descuidado de un investigador privado hippie, cuya capacidad de concentración es inversamente proporcional a su habilidad para estar siempre en el lugar y el momento adecuados.

La sordidez, la corrupción y el “colocón” forman el tono de patetismo cómico de este filme, cuyo mérito, según el director, está en el trabajo de sus actores y en el libro homónimo de Pynchon publicado en 2008.

“Inherent Vice” hereda la hilaridad de otras tramas de investigación mugrientas como “The Big Lebowski”, de los hermanos Coen, y cuenta con esa afición a supeditar la historia a los diálogos que esgrime en cada película Quentin Tarantino, pero acaba siendo un filme en el que se registran las claves de superioridad intelectual autoconsciente de su director. EFE

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