La actriz estadounidense Kim Novak, pese a sus ochenta años de edad, demostró hoy en Cannes por qué fue musa de Alfred Hitchcock y sigue presente en la memoria popular.

Llegada al Festival para asistir a la proyección restaurada de la película “Vertigo” y para entregar este domingo uno de los premios en la ceremonia de clausura, la intérprete se desnudó emocionalmente sin caer en la nostalgia, y aprovechó para lavar la imagen de quien la llevara al estrellato.

“Nunca le vi u oí que actuara de manera inapropiada. (…) Conmigo o con cualquier otra persona siempre fue un caballero. Me parece desafortunado que se digan cosas de alguien que no está para defenderse”, dijo sobre las recientes acusaciones que califican a Hitchcock de “depredador sexual”.

En el rodaje que le hace volver hoy a Cannes, adonde acudió por primera vez en 1959 para la presentación de “Middle of the Night”, de Delbert Mann, recuerda que hubo una comunión perfecta con el director, con el que por primera vez sintió, según confesó, que se la escuchaba.

“Tenía muy claro dónde quería que te pusieras, qué dijeras o como de rápido iba a ser el ritmo, pero esperaba de los actores su propia interpretación, y eso me gustaba”, señaló la actriz, para quien encarnar en ese mismo filme a dos personajes, el de Madeleine y Judy, fue no tanto un desafío como una oportunidad.

Ella, según admitió, siempre se ha sentido como “más de una mujer” y encerrar “muchas personalidades”, así que ese despliegue ante la cámara le resultó ante todo “emocionante”, no solo por su condición de bipolar.

Esa enfermedad mental le fue diagnosticada cuando ya había abandonado los platós, y aunque le hizo víctima de altibajos emocionales también le hizo sentirse capaz de todo, y de mantenerse en una industria que le daba la oportunidad de expresarse “a través de diferentes personajes”.

Novak (Chicago, 1933) nunca pensó en ser actriz, pero no han faltado en su carrera colaboraciones con grandes directores, desde Billy Wilder, con “Kiss me, stupid”, hasta Richard Quine, con quien repitió en “Bell book and candle” y en “Strangers when we meet”.

La actriz se retiró del ojo público en 1956, y aunque ha reaparecido de manera muy esporádica desde entonces, no lamenta haber tomado esa decisión, pero sí plantearse si fue adecuada en ese momento.

“No lo echo tanto de menos, pero a veces me siento culpable, culpable de haber desperdiciado ser famosa, de no haber estado para actuar en ciertos papeles”, reconoció en la única parte de la charla en el que se la pudo ver emocionada.

En una conversación plagada de anécdotas, señaló que de lo que más se arrepiente de su trayectoria como actriz es de su encontronazo con el director Mike Figgis durante el rodaje de “Liebestraum”, por no haber definido de antemano qué esperaban el uno del otro.

“Fue culpa mía. Asumí que sentíamos lo mismo sobre la película”, indicó Novak, que no se siente atraída por los papeles que todavía ahora le siguen llegando, y que se dice satisfecha dedicando su tiempo a la pintura, de la que trajo un muestrario a Cannes, y a sus animales.

Lo que la salvó “por encima de todo”, en el apogeo de su carrera y abandonados los escenarios, fue su arte, dice, porque mientras trabajaba en la industria del espectáculo pintaba al llegar a casa, y cuando dejó Hollywood se dedicó a pintar.

“Tengo una vida perfecta”, subrayó hoy. “Cada día monto a caballo, estoy casada con un hombre maravilloso (Robert Malloy) que no solo es el hombre de mi vida, sino que cuida de mis animales. No estoy en casa sentada diciendo pobre de mí, desearía estar actuando”.

Y cuando mañana por la noche vea de nuevo “Vertigo” se reencontrará no solo con su pasado, sino con la sensación vivida al ver esa película por primera vez.

“Estaba tan nerviosa que no puedo recordar lo que sentí. Era un manojo de nervios”, dijo la actriz, que invita a los periodistas a imaginar lo que supone aparecer en ese filme para ella, que según recordó, ha recibido “tan malas críticas” y nunca ha ganado un Óscar. EFE