Con el pelo recién rapado por exigencias de su próximo guión y cubierto con una gorra, el hiperactivo James Franco defendió en Venecia el carácter experimental de “El ruido y la furia”, su adaptación de la novela de William Faulkner presentada fuera de concurso.

“Hago las películas que me gustaría ver y que nadie más hace”, aseguró el actor, poco antes de recoger un premio honorífico del festival como cineasta del año, que en anteriores ediciones ha recaído en nombres como Abbas Kiarostami o Takeshi Kitano.

“Me he pasado casi 20 años actuando. Llegó un momento en el que hice balance y pensé que ya había actuado en algunas de las producciones más taquilleras, en películas nominadas al Oscar y también en alguna que otra horrible”, expuso.

“Así que cuando empecé a dirigir decidí que, si iba a hacer ese esfuerzo, sería para rodar las películas que de verdad quería hacer”, añadió.

Así empezó con la biografía de uno de sus poetas favoritos, Hart Crane, en “The Broken Tower” (2011). “Era el papel de mis sueños y nadie me lo ofrecía”. El año pasado probó con Cormac McCarthy en “Child of god” y por primera vez con Faulkner en “As I lay dying”.

Ahora ha vuelto al clásico de la literatura norteamericana con “El ruido y la furia”, la historia de la decadencia de una familia del sur de Estados Unidos, los Compsons, a principios del siglo pasado. Efe