El argumento de Asesinos de Élite narra la historia de Danny (Jason Statham), uno de los más hábiles agentes de operaciones especiales. Obligado a abandonar su auto impuesto exilio, Danny vuelve a reunir a su viejo equipo de agentes de élite para llevar a cabo una casi imposible misión de venganza: rescatar a su antiguo mentor y socio Hunter (Robert de Niro).

Juntos deberán lidiar con una de las unidades militares más temidas que existen, el Servicio Aéreo Especial británico (SAS), para neutralizar una célula de soldados renegados y a su líder Spike (Clive Owen) antes de que sus acciones provoquen una imparable crisis internacional.

Destacar que el guión de Asesinos de Élite es obra de Ranulph Fiennes (no confundir con los hermanos Fiennes), un verdadero “tipo duro”, capaz de correr siete maratones en siete países distintos en siete días. Y si todo eso fuera poco, realizó tal proeza a las pocas semanas de haber pasado por una importante operación coronaria. La historia es verdaderamente solvente.

Si alguien tenía en mente la historia relativamente plana de Blitz (también protagonizada por Jason Statham) o la aún más plana de The Mechanic, puede olvidarse. Ahora contamos con algo más de fondo. Clive Owen -en el rol de némesis del protagonista o Robert De Niro – el cuasi inefable mentor – dan un toque particular al devenir de los acontecimientos.

No nos engañemos, Asesinos de Élite no es la quintaesencia del género de acción, tal vez la dirección le flaquee. Pero cumple con los mínimos con solvencia para resultar una propuesta entretenida.

Más aún con un Jason Statham, que sin hacer mucho ruido (o mejor dicho, haciendo un montón de ruido a base de explosiones) consiguió el puesto de héroe de acción por antonomasia. Porque además de subirse a coches veloces, también es capaz de correr por Los Ángeles aplicándose descargas con una batería de coche, saltando de un helicóptero a 500 metros de altura o escapando de las bandas criminales más peligrosas del país.