Un campesino estaba harto de que le robaran la huerta, así que decidió ocultarse un día para descubrir quién le robaba por las noches.

Vio que se trataba de dos muchachos, que entraban por un agujero de la tapia, para llevarse varias frutas y verduras.

A la noche siguiente el campesino los esperó en la tapia con un mazo, y cuando uno de los muchachos asomó la cabeza, fue recibido con un tremendo golpe en los dientes.

El chico, todo adolorido, retrocede con una mano en la boca y le dice a su compañero:

- Entra tú, que a mí me da la risa!

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