Un judío que le dice a su hijo:

- Anda, Alberto, ve a decirle al vecino que nos preste el martillo para clavar un clavo.

Albertito va con el vecino y vuelve enseguida.

- Papá, dijo el vecino que no nos puede prestar el martillo, porque se le gasta.

- ¡Desgraciado! Hay que ver lo tacaños que son algunos. ¡Bah! Bueno, anda y saca el nuestro entonces.

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