El exvocalista de la mítica banda chilena Los Prisioneros, , ofreció su última actuación y se elevó a los altares de la música chilena en la décima edición de la Cumbre del Rock, celebrada este sábado en el Estadio Nacional con la participación de más de cuarenta grupos.

brindó a las más de 35.000 personas que se congregaron en el recinto un último concierto especial, íntimo, en el que hubo momentos en los que se limitó a observar emocionado como el público cantaba sus éxitos.

Postrado en una silla, visiblemente desmejorado por el infarto cerebral que sufrió hace casi dos años, alzó su voz valiente una vez más para entonar “Trenes, trenes, trenes”, el sencillo de su último trabajo en solitario.

A medida que avanzaba el show comenzaba a acrecentarse la figura de González, leyenda inmortal del rock chileno con Los Prisioneros, la banda que desafió a la dictadura de Augusto Pinochet.

Es por eso que críticos como Felipe Cussen, especialista en literatura y música de la Universidad de Santiago, destacan la “vasta importancia” de su obra y su influencia en artistas chilenos como Javiera Mena o Pedro Piedra.

“No se puede hablar de que dejará un vacío cuando existe un legado tan grande de discos que todavía podemos seguir descubriendo y escuchando por mucho tiempo”, comenta.

Otros músicos que habían amenizado previamente el festival, como la banda López, aprovecharon su actuación para agradecerle su aportación a la música chilena.

“Yo aprendí a cantar con Jorge González. Mis primos tocaban la guitarra y yo cantaba sus canciones. Si estoy aquí es por él”, confesó el líder del grupo, Álvaro López.

Las canciones de Jorge González están tan presentes en el imaginario colectivo de Chile que el estadio se fundió en una sola voz cuando el cantante subió las revoluciones del concierto, dejó de lado la calidez de sus primeras composiciones e interpretó los viejos himnos de Los Prisioneros. (Con información de EFE)