se despidió de los Juegos Olímpicos con un torbellino tropical, un torrente de samba, percusión atronadora, purpurina, confeti, pieles al desnudo y mucho carnaval.

La ceremonia de clausura de los Juegos, ideada para dejar a los atletas y a los espectadores con “saudade” del ambiente festivo de la ciudad, fue de menos a más.

Comenzó bajo la lluvia y con la delicadeza de un par de canciones clásicas de samba, casi centenarias, como “Carinhoso” y “Pastorinhas”, interpretadas por Martinho da Vila y acabó con el ritmo frenético del carnaval.

El repertorio de la fiesta fue un caleidoscopio de la música brasileña, desde lo más clásico a estilos arraigados en las zonas rurales, el rock y la electrónica.

Tuvo espacio al frevo, un alegre ritmo del carnaval de Pernambuco, en el noreste de Brasil, con el que danzaron unos bailarines con sus típicos diminutos paraguas en las manos.

Durante la entrada de los deportistas, la samba se mezcló con la música electrónica con el house de sabor tropical del DJ noruego Kygo y la cantante Julia Michaels.

El público brasileño, con ganas de fiesta, se puso en pie en masa cuando se oyeron los acordes de “Asa Branca”, interpretados por la inconfundible voz de Luiz Gonzaga, mientras rodaban por el escenario bailarines disfrazados de muñecos de barro.

Esta es una de las canciones más conocidas del forró, un estilo musical típico del noreste brasileño y que se toca con sólo tres instrumentos, el acordeón, el triángulo y la zambomba, y se tiene que bailar bien pegado a la pareja.

La poderosa voz de Mariene de Castro dio paso a la última parte de la fiesta, que arrancó con una balada como preludio del carnaval que se desató en el Maracaná con “Cidade Maravilhosa”, canción que es un himno oficioso y alegre de Río.

El Maracaná se convirtió en una pequeña muestra de los espectaculares desfiles de las escuelas de samba y, también, de las más desenfadadas canciones que se tocan en las calles de Río durante el carnaval y que han cruzado fronteras como el “Mamá yo quiero”.

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