Los de Nueva Inglaterra han llegado a Houston para disputar su noveno , séptimo bajo la era del dueño Robert Kraft, el entrenador en jefe Bill Belichich y el mariscal de campo estelar Tom Brady, con la misión de conseguir un quinto título que les encumbraría para siempre como la mejor franquicia de todos los tiempos.

No sólo dentro de la Liga Nacional de Fútbol Americano (NFL) sino también en el deporte profesional de Estados Unidos, donde ahora todavía tienen el liderazgo los Yanquis de Nueva York en el béisbol de las Grandes Ligas.

Pero sobre todo, y aunque han evitado expresarlo públicamente, llegan con al partido del Super Bowl LI a disputarse el domingo en el NRG Stadium de Houston, con motivaciones especiales de reivindicación de imagen y trayectoria deportiva del equipo, varias veces cuestionadas.

El primero el propio comisionado de la NFL, Roger Goodell, hasta hace dos años gran amigo de Kraft, pero por la manera como ha manejado el escándalo de los balones desinflados ilegalmente, se ha convertido en el enemigo número uno de los seguidores de los Patriots y persona no grata dentro de la organización de Nueva Inglaterra.

El castigo impuesto a Brady con cuatro partidos de suspensión y al equipo con un millón de dólares de multa, además de mostrarlos ante la opinión pública como culpables del llamado “Deflategate”, ha hecho que los Patriots respondiesen en el campo con marca de 16-2, incluida la de 14-2 durante la temporada regular, la mejor de la NFL.

De ahí, que todos dentro de los Patriots reconocen que lograr el quinto título de Super Bowl sería la culminación perfecta a una temporada que se inició llena de sombras e interrogantes y que a falta del gran partido ha sido de auténtico “ensueño”.