, de 35 años, deportista con discapacidad visual que practica el goalball. Convive hace 12 años con esposa Maruja Ramos, su fiel compañera que lo apoya en cada paso que da junto a sus pequeños dos hijos: Ismael de 10 años y Adaí de 9.

Todas las mañanas sale a trabajar desde el Asentamiento Humano Sector Las Mercedes en Manchay hasta el puente Santa Anita. Sus labores las realiza en una galería como masajista terapéutico. Al día gana entre 20 a 30 soles.

Los martes, jueves y sábados por las tardes después de trabajar se va a entrenar con la selección de goalball en el complejo deportivo Guillermo Dansey, que está en Cercado de Lima.

John Quispe recuerda que a los 20 años de edad perdió la visión. En ese tiempo él se desempeñaba como serenazgo en la Municipalidad de La Molina. En una de sus intervenciones de rutina por accidente le llega a impactar un perdigón en el ojo que lo deja ciego dando un giro de 360 grados a su vida.

Como todo un buen soñador John nunca se rindió y a través de terapias y de su esposa Maruja, hicieron de él un hombre mentalmente fuerte.

En su hogar tiene una frase que siempre les dice a sus hijos: “Nunca te rindas y nunca digas no puedo”. Gracias a ello Ismael y Adaí adoran y aman a su papá, para ellos él es un gran ejemplo de perseverancia y su héroe.

Hace un año John Quispe empezó a practicar goalball, es un deporte especialmente para invidentes que desarrolla la confianza y la interacción con otras personas que tienen las mismas dificultades.

El sueño de este padre sin barreras es representarnos en Los Juegos Parapanamericanos Lima 2019 y demostrarnos que no existe escusas para alcanzar los sueños.