Imagina que sales de la piscina. Hace buen día pero ya está anocheciendo y la temperatura ha bajado un par de grados, corre una brisa fresca y al echarte la toalla sobre los hombros te das cuenta de que el vello de los brazos se te ha erizado.

Lo mismo ocurrió en una fiesta hace unos días, cuando esa persona te cogió de la mano o cuando escuchaste en directo esa canción que te encanta. Es lo que comúnmente se conoce como «tener la piel de gallina». Una reacción corporal que se asocia al frío y a las emociones intensas y que aparentemente no tiene razón de ser.

Cuando la temperatura exterior es baja el vello capilar se eriza. Ocurre en toda la superficie pilosa, salvo aquella que cubre los genitales, las manos o los pies.

En la raíz del vello, bajo la piel, se esconde un pequeño músculo erector del pelo, al contraerse crea una capa de aire alrededor del cuerpo que lo protege del frío.

La «piloerección», como se conoce en el ámbito médico, es un vestigio evolutivo que recuerda a la piel de las aves cuando las despluman. Según explica el psicólogo y zoólogo de la Universidad de Guelph, George A.Bubenik en la revista «Scientific American» heredamos la piel de gallina de nuestros ancentros como reacción a situaciones que nos causan emociones extremas.

Fuente: EFE y ABC