Allí se encontraba el documentalista amateur John Albert, según consigna el sitio de noticias local Stuff, cuando conoció la historia del S.S. Ventnor y “sintió un escalofrío, como si un espíritu lo hubiera poseído”.

La referencia apunta directamente a las almas de los 499 mineros que querían ser sepultados en China, pero que llevan más de un siglo esperando que su viaje de regreso, que ya está pago, llegue a su fin tras el hallazgo.

Lo que permanece sin develar es la lista de nombres que el investigador, John Albert, podría rescatar del fondo de la bahía. El único que se conoce es el del propio Chole Sew Hoy. Pero por el momento solamente se han extraído algunos objetos.

Este hecho ha exaltado los ánimos en la numerosa comunidad china de Nueva Zelanda, que considera que se ha violado un lugar sagrado: “Es una tumba. Es un lugar espiritual. Desde un punto de vista moral, debería habernos contactado”, se lamentó Peter Sew Hoy.

El nieto del impulsor del proyecto lidera ahora una polémica sobre qué se debe hacer con los restos: parte de la comunidad pretende dejar los cuerpos de sus ancestros en el lugar actual. El resto, quiere que sus almas cumplan el deseo de regresar al lugar donde se inició su viaje.

Chole Sew Hoy, un exitoso inversor en los yacimientos de oro que además se dedicaba a venderles enseres a los mineros, impulsó el traslado de los obreros chinos a su patria, pero falleció antes de ver zarpar el barco y terminó siendo parte del macabro cargamento.

Al final, muchos restos fueron incinerados y las cenizas empacadas en bolsas colocadas en pequeños ataúdes de madera en el S.S. Ventnor, que zarpó de Wellington en octubre de 1902. Otros cuerpos, intactos, fueron empacados en cofres de zinc.

Fuente: Infobae.com