Toda persona que nace en Samoa Americana no es considerada como ciudadana de Estados Unidos por “salvajes”, por “incivilizados” y por ser de “una raza extranjera”.

Esos son los términos en los que se basó la Corte Suprema a principios del siglo XX para no otorgar la ciudadanía estadounidense a las personas nacidas en estas islas ubicadas en el Océano Pacífico y que desde 1929 son territorio no incorporado de EE.UU.

Este tipo de casos se conocen como “Los casos insulares”, porque por ejemplo, este conjunto de islas está ubicado más cerca de Nueva Zelanda (2.700 kilómetros) que de Estados Unidos (están a unos 7.800 km de San Diego, California).

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Y no sería más que un recordatorio del pasado racista de la política estadounidense si no fuera porque ha sido la jurisprudencia utilizada por el gobierno de Washington para oponerse a la demanda de un grupo de samoamericanos que piden ser ciudadanos por nacimiento como cualquiera que nace en territorio estadounidense.

“El contenido de ‘Los casos insulares’ es una vergüenza para el constitucionalismo de EE.UU. que debería ser superada”, le dijo a BBC Mundo el profesor Rogers Smith, politólogo experto en etnicidad y ciudadanía de la Universidad de Pensilvania.

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“Pero el gobierno sigue considerando que sirve mejor a los intereses del país que se mantengan los poderes del Congreso sobre estos territorios estratégicos”, agregó Smith.