Según Alejandro Grimson, autor de “Mitomanías Argentinas”, el local tiende a interpretar la historia de su país como la de una nación que pasó de ser una gran potencia de glorioso destino a ser un absoluto desastre.

“En el imaginario se ve a la Argentina de finales del siglo XIX y principios del XX como un país europeo ubicado en un lugar equivocado, con la idea de que es una gran potencia mundial, el granero del mundo. En aquella época eso era muy discutido, pero 100 años después se tiene a ese país totalmente idealizado, como si hace un siglo la Argentina hubiese sido totalmente maravillosa”, explicó Grimson a BBC Mundo.

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Por su parte, Luis García Fanlo, profesor de Sociología de la argentinidad en la Universidad de Buenos Aires, asegura que la obsesión con ser normal tiene que ver con la construcción misma de la nación argentina “frente a la gran inmigración de fines del siglo XIX y principios del XX”.

“El Estado implementó una serie de dispositivos patrióticos y un discurso sobre el argentino normal, buen argentino, argentino sano, basado en el positivismo médico y el darwinismo social de la época. Era quien adhería a la cultura del trabajo, no se metía en política y profesaba sentimientos patrióticos y de sumisión ante el orden social”, precisó.

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“Según el discurso de la clase dominante, fue primero el anarquismo, luego el Yrigoyenismo (por la presidencia de Hipólito Yrigoyen, de la Unión Cívica Radical) y finalmente el peronismo los que degradaron al buen argentino, generando un país ‘anormal’”, añadió.

¿Por qué no se alcanzó ese país normal? “Para unos por el populismo, para otros por la izquierda revolucionaria, para otros por el imperialismo, para otros por las dictaduras militares o el peronismo; en general, por existir una conspiración internacional para evitar que los argentinos tengamos un destino de grandeza”, según García Fanlo.

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Hoy en día, apunta Grimson, muchos argentinos siguen mirando a Estados Unidos y, sobre todo, a Europa. “Pero con un problema: la Europa que ellos imaginan es un lugar idealizado, donde a los mismos europeos les gustaría vivir. No es real”, aclara.