El acto de matar o morir en pos del honor personal ha estado presente desde siempre en todas las civilizaciones. En Europa se adaptó el ritual de los caballeros medievales, pero ya en el siglo XIX se haría con armas de fuego, padrinos y todo ese férreo código de honor que regía entre nobles y militares.

La Norteamérica colonial heredaría esta manera de “lavar afrendas”, aunque en Europa pronto caería en desuso. Es en el Viejo Oeste, que comenzaba en el río Mississipi, donde se mitificó esa situación en la que dos hombres resolvían su disputa a vida o muerte y que ha dado lugar a tantas populares escenas cinematográficas de pistoleros.

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El Colt 45 fue el revólver más usado en el Viejo Oeste. Curiosamente su nombre tenía como apellido Peacemaker (pacificador), y pronto sobrepasó el ámbito militar para ser el más popular entre civiles. Dejar uno de los agujeros del tambor sin bala era el único seguro de vida.

Las razones para enfrentarse en duelo a menudo tenían que ver con mujeres, disputas o trampas en el juego. Con frecuencia ocurrían en los célebres saloons, donde la bebida solía encender los ánimos y no a campo abierto.