La Sagrada Familia, de Antonio Gaudí

La catedral gótica de Barcelona está en construcción desde 1882. Fue diseñada por varios arquitectos pero Gaudí le dio su estilo propio y le dedicó los últimos 15 años de su vida. En 1926 murió sin haberla visto terminada. Es el mayor atractivo turístico de la ciudad.

El último magnate, de Francis Scott Fitzgerald.

La novela más madura del escritor estadounidense quedó inconclusa debido a su muerte el 21 de diciembre de 1940 en Hollywood. La calidad del texto impulsó a los críticos a revalorizar el talento del autor de “El gran Gatsby” y a reconocerle como uno de los mejores escritores del siglo XX.

Los 120 días de Sodoma, del Marqués de Sade.

Habría sido escrita durante su estancia en la prisión de la Bastilla. El manuscrito no se terminó y se perdió cuando Sade fue trasladado al manicomio de Charenton, donde moriría el 2 de diciembre de 1814. Estuvo prohibida durante mucho tiempo por la crudeza de su relato sobre un grupo de hombres adinerados que experimentan con cuatro prostitutas durante 120 días en el Castillo de Silling.

El buen soldado Švejk, de Jaroslav Hasek

Es una novela satírica publicada en 1921. Originariamente el autor intentó cubrir la historia en un total de seis volúmenes, pero llegó a completar sólo cuatro tomos debido a su repentina muerte en 1923 por una tuberculosis. Se considera una de los obras más importantes de la literatura checa.

Los sinsabores del verdadero policía, de Roberto Bolaño

El autor chileno la empezó a escribir en los años ochenta y no llegó a poner su punto final antes de su muerte en 2003. La viuda explicó que está integrada por tres textos impresos de formas distintas y que alterna personajes con otros de sus libros. El editor Jorge Herralde aseguró que “su lectura convence que es de una calidad literaria extraordinaria, en el territorio de ‘Los detectives salvajes’, es decir, del Bolaño en su mejor forma”.

El proceso, de Franz Kafka

Max Brod, amigo del escritor checo, no cumplió la promesa de quemar todos sus textos cuando muriera y difundió tres novelas que estaban sin terminar. Celebradas por la crítica, Jorge Luis Borges se refirió al contenido de El Proceso y El Castillo: “No me parece casual que en ambas novelas falten los capítulos intermedios: también en la paradoja de Zenón faltan los puntos infinitos que deben recorrer Aquiles y la tortuga”. Orson Welles llevó la historia al cine y le dio un final propio.

Fuente: Infobae