Gisel Romero es una mujer de 30 años que inició su vida en la prostitución a los 18 años en Bogotá (Colombia), debido a que, además de estar sola, necesitaba plata para vivir.

Inició con la ayuda de una conocida que le dijo que el trabajo era fácil. “Me dijo que era bonita y tenía con que convencer, yo estaba desesperada así que le hice de una”, contó la mujer al portal Kienyke.com.

Dos años después de entrar en ese mundo, Gisel conocía las calles y cómo escoger los clientes. Además, asegura que nunca ha tenido problema alguno, que se ha hecho respetar y que ha hecho amistades que la pueden cuidar. “Uno tiene que aprender a hacer amistades, saber quién manda, de ese hay que hacerse amigo”.

Una noche de mayo en el 2016, atendió a un cliente que “tenía como 55 años, se veía sucio como si hubiera trabajado todo el día en la calle”. Inicialmente, ella no quería atender al sujeto. Gisel ya había tenido un cliente esa noche y estaba cansada. Además, el aspecto del hombre no la motivó. Sin embargo, el sujeto le siguió y volvió a insistir.

“Ese viejito me pegó tremendo susto, le dije que me dejara en paz, que ya no estaba trabajando y lo único que me decía era ‘paisita hágale yo le pago bien’, estaba tan cansada que lo único que se me ocurrió decirle era que la plata no le alcanzaría para pagarle a la sobrina de Pablo Escobar”, enfatizó la mujer.

Ese comentario solo hizo que el deseo del hombre por estar con Gisel se incrementase, por lo que le ofreció el triple de lo que ella cobraba. “Que rico tirar con la sobrina del patrón”, le dijo y le aseguro que él pagaría el hotel si ella quería.

“Pues yo le dije que sí, igual con lo borracho que estaba asumí que no aguantaría mucho así que ganaría bien en poco tiempo”, dijo Gisel.

La noche siguiente, un tipo llegó preguntando directamente por la sobrina del patrón, Gisel supo que el rumor se había corrido. “Al inicio me dio miedo, no quería meterme en problemas con nadie, pero igual, el tipo que preguntó por mi estaba como lindo y tenía cara de ser pudiente, le dije que era yo y me dijo que me ofrecía $50.000, le dije que no, que mínimo $60.000 y el tipo accedió. En ese momento entendí que esa mentira me podía dejar buena plata”.

Entonces, la tarifa de Gisel se triplicó. “Después de eso los clientes llegaban solos y la tarifa subía. Pasé de ser puta barata a ser prepago. La mentira creció, salí de la calle y ahora me buscaban al celular”.

Una tarde, la mujer recibió un panfleto en el que la amenazaban por ‘difamar la imagen del patrón’, por lo que decidió instalarse en la ciudad de Pereira por un tiempo. Había juntado dinero suficiente para vivir tranquilamente algunos meses.

Sin embargo, al final todo resultó ser una broma de un joven con la que ella se había negado a acostarse, porque estaba muy drogado y la intentó golpear.

Actualmente, Gisel tiene 30 años y busca dejar de lado su pasado como prostituta, concentrarse en ella y “darme la vida que me merezco, viajar, tener una familia quizá y tener un trabajo que no implique mi cuerpo”.