Según sus críticos, una gran parte de las víctimas, casi 100, eran civiles. ¿Cómo era posible que se le entregara el Nobel de la Paz a quien lideró y fijó los cimientos de una organización manchada con la sangre de esos muertos?

Desde su fundación en 1912, el Congreso Nacional Africano (ANC) defendió la vía pacífica como medio para hacer frente al sinnúmero de discriminaciones que relegaban a los negros a la posición más baja de la sociedad sudafricana.

La masacre de Sharpeville, ocurrida el 21 de marzo de 1960, marcó un punto de inflexión en la historia sudafricana. Una protesta en dicha localidad dejó como saldo 69 muertos, luego que los inexpertos policías se desesperaran ante las 19 mil almas que protagonizaban una de las manifestaciones más importantes contra el régimen.

Debido a la indignación que colmó a toda la nación y la violencia que inundó las calles, el gobierno declaró estado de emergencia y, junto a ello, se estableció la ilegalidad del ANC.

En la clandestinidad, Mandela se vio sin opciones. Ello significó que legitimara la lucha armada. En julio de 1961 conversó con altos miembros del Congreso Nacional Africano, en lo que se considera el inicio de la facción armada del partido: el Umkhonto we Sizwe (“lanza de la nación”).

Ese mismo año, quien posteriormente sería la máxima autoridad de Sudáfrica envió a los diarios una carta en la que se anunciaba el comienzo de una campaña de sabotaje contra el gobierno.

La acción del Umkhonto we Sizwe, conocido también por su abreviación MK, partió el 16 de diciembre con el bombardeo a una subestación eléctrica. El ataque contra máquinas gubernamentales, cultivos y dependencias del Estado fueron la tónica del grupo guerrillero.

Con el fin de concitar el apoyo y recaudar fondos, Mandela salió de Sudáfrica para dirigirse a Argelia, Egipto y Ghana. En estos países no solo consiguió instrucción militar y dinero para el movimiento, sino también habría sufrido un cambio profundo en sus ideales.

A su regreso fue capturado, y recibió una condena de cinco años por salir del país sin autorización, además de instigar a huelgas. En su encierro, la comandancia militar del Congreso Nacional Africano fue detenida en el cuartel general clandestino que mantenían.

Con ellos, Mandela fue llevado a juicio, acusado de sabotaje y conspiración. En ese entonces sabía que solo tenía dos destinos posibles: la muerte o la cadena perpetua. Esta última fue la que finalmente se determinó en su contra el 12 de junio de 1964.

En su estancia en la cárcel, Umkhonto we Sizwe, sin la dirección de Mandela, empezó a llevar a cabo diversas arremetidas militares incluso fuera de Sudáfrica sin mayor éxito. Prácticamente disuelta, la cohesión de la MK no tuvo lugar hasta cerca de 1976, reclutando miembros en un proceso lleno de dificultades y acusaciones por malos tratos.

La década de los años 80 fue la que concentró la mayor actividad de la MK. Por un error logístico, la explosión de un auto bomba mató a 19 civiles en las cercanías de los cuarteles de la Fuerza Aérea Sudafricana en Pretoria, el 20 de mayo de 1983. Los atentados explosivos fueron la tónica de la agrupación hasta pasada la mitad de la década.

Una vez que Nelson Mandela fue liberado y las políticas del Apartheid desaparecieron del marco legal de Sudáfrica, la MK desistió de realizar mayores actividades terroristas y se unieron a las Fuerzas Armadas en 1994.

Las víctimas de Umkhonto we Sizwe fueron el peso con el que debió cargar Mandela en su gobierno, mismo donde encargó un informe especial. Los muertos durante la lucha por la igualdad aún son el fantasma de la democracia sudafricana.

Fuente: biobiochile.cl