A inicios del siglo XIX, el suicidio de don Antonio de Errea, caballero de la Orden de Calatrava, regidor perpetuo del Cabildo, prior del tribunal del Consulado y tesorero de la acaudala congregación de la O, conmocionó a la ciudad de Lima.

Este caballero para el año 1816 ejercía el honorifico cargo de alcalde de la ciudad y era quien llevaba el Estandarte Real en una de las solemnes procesiones de Catedral, cuando tuvo la mala suerte que un cohete volador, de los castillos de artificio que se levantaban para estas ocasiones, le reventara en la cabeza, dejándolo sin sentido.

A pesar de haberse recuperado parcialmente de este incidente, no quedó bien de salud y muchos de los cargos que desempeñaba anteriormente, tuvo que dejarlo en manos de otras personas.

Una mañana del año 1819, subió al campanario de la iglesia de La Merced y dio el salto mortal. La gente empezó a murmurar que el motivo fue que le dejo la administración del dinero de la Congregación de la O a un hijo político suyo, dinero del cual este no supo responder poco después.

Fuente: Lima Incógnita y Peru.com