La reina Isabel I de Castilla, conocida como ‘La Católica’, gobernó el reino español junto a su esposo por 30 años. Ella murió en Medina del Campo el 26 de noviembre de 1504 a los 53 años.

Según un artículo de ABC de España, los diferentes obstáculos y problemas que aquejaban su reinado, sumado a su insistencia de desplazarse siempre montada a caballo por su territorio afectaron gravemente su salud, tanto a nivel físico como psicológico.

Los síntomas descritos por las fuentes de la época señalan que la castellana falleció de una hidropesía (retención de líquido en los tejidos) a consecuencia probablemente de un cáncer de útero.

Antes de encontrarse en este estado, Isabel I de Castilla llevaba dos años sufriendo episodios de fiebre prologada. Además, la castellana creyendo que se trataba de los achaques de la edad vio como por esas fechas se le hincharon las piernas, aumentó de peso y le aparecieron úlceras en las extremidades, las cuales fueron atribuidas a sus viajes a caballo.

También se dice que padecía de una sed insaciable, insomnio, fiebres y dolor en un costado. Fueron los médicos de la reina los que dejaron escrita una pista reveladora pocos meses antes de su fallecimiento.

Habían localizado un tumor visible, pero no especificaron el lugar ni su gravedad.

A juzgar por estas informaciones, el secretismo en torno a la ubicación del tumor evidencia que probablemente se trataba de un cáncer de útero o de recto que, a causa de su histórico recato, se negó a poner bajo el tratamiento.

También se dice que las infidelidades de su marido, Fernando «el Católico», y la muerte de sus dos hijos y un nieto agravaron su estado de salud y la hundieron en una profunda depresión.