La vida y muerte de Adolf Hitler estuvo ligada eternamente a una mujer incondicional: Eva Braun, sin embargo, antes de ella, hubo otra amante: Geli Raubal, su verdadero amor.

Angelika Maria Raubal nació en Linz (Austria) en 1908. La apodaron Geli, diminutivo de Angelika, y era hija de Leo Raubal (funcionario fiscal) y Angela Hitler, hermanastra de Hitler. Tuvo una infancia humilde y pueblerina. Para ayudar a la economía familiar, trabajó como lustrabotas junto a sus hermanos ya que su padre murió cuando ella tenía dos años.

TE PUEDE INTERESAR: Adolf Hitler: ¿Quién fue la “verdadera obsesión” del líder nazi?

Geli tenía sólo 17 años cuando conoció a su tío, ya convertido en un famoso político alemán. La inocencia de Geli hizo que tratara a Hitler con recato. El, en cambio, se enamoró perdidamente de esa adolescente vivaz e ingeniosa, con gran atractivo físico y finos cabellos ondulados. Según los historiadores, dada la diferencia de edades (él le llevaba 19 años) y caracteres de cada uno, el escabroso romance se ocultó.

Hitler sentía un amor enfermizo por Geli. Pasaba sus horas libres con ella y quería que lo acompañara a todos lados. Asfixiada por ese apego excesivo, Geli lo enfrentó, comunicándole su intención de regresar a Austria para estudiar música. Obviamente, le fue prohibido.

Desmoralizada y como escapismo a un entorno torturante, Geli inició una relación con el chofer y escolta de Hitler, uno de los fundadores de la SS, Emil Maurice. Pero el dictador hizo que ambos se alejaran.

El alejamiento de Maurice desoló a Geli, quien ya no encontró manera para luchar contra la reclusión a la que era sometida. Nuevamente quiso irse a Austria, pero sólo encontró una feroz negativa. En septiembre de 1931 ambos discutieron y ella se suicidó.

Geli Raubal dejó una marca imborrable en la vida del Führer. Tan profundo fue el dolor por su desaparición que intentó suicidarse.