Antes de ser premio Nobel, el escritor colombiano Gabriel García Márquez estaba obsesionado con ser amigo del comandante cubano Fidel Castro, así que inventó una fórmula y le funcionó.
Esta versión, sacada del libro biográfico del colombiano escrita por el británico Gerald Martin, narra cómo ‘Gabo’ logró obtener la amistad y respeto de Castro. Aquí presentamos algunos fragmentos del libro.
“(…) En marzo y abril García Márquez estuvo de nuevo en Cuba con el afán de hablar con Fidel Castro. Así que se propuso hacerle una oferta al dirigente cubano que no pudiera rechazar. Le propuso a Carlos Rafael Rodríguez hacer una crónica épica de la expedición cubana a África, la primera vez que un país del Tercer Mundo se había interpuesto en un conflicto en el que estaban involucradas las dos superpotencias del Primer Mundo y el Segundo. Teniendo en cuenta la historia de esclavitud y colonialismo de Cuba, los movimientos de liberación africanos de aquel período encerraban un interés especial para la isla, y nada menos que una figura tan relevante como Nelson Mandela juzgaría con posterioridad que Cuba había hecho una contribución significativa, tal vez decisiva, a la abolición del apartheid en Sudáfrica”.
El secretario de Exteriores cubano transmitió la idea de García Márquez a Fidel Castro, y el colombiano pasó un mes en el Hotel Nacional de La Habana a la espera de la llamada del Comandante. Un día, a las 3 de la tarde, Castro se presentó allí en un jeep y se puso al volante, de manera que García Márquez, acompañado de Gonzalo, pudiese sentarse a su lado.
Salieron para el campo y Fidel pasó dos horas hablando de comida. García Márquez recordaría: “Yo le pregunté: ‘Bueno, y usted, ¿cómo sabe tanto de alimentación’”. ”‘Chico, cuando tengas la responsabilidad de alimentar un pueblo entero, sabrás de alimentación’”, le respondió.
Al final de la expedición Fidel dijo: “Invita a Mercedes a venirse para acá y luego habla con Raúl”. Mercedes llegó al día siguiente, pero entonces pasaron otro mes entero aguardando la llamada de Raúl Castro. Raúl era el jefe de las fuerzas armadas, y fue él en persona quien informó y dio instrucciones a García Márquez.
“En un salón donde estaban todos los asesores, con los mapas, empezó a destaparme los secretos militares y de Estado, en una forma que yo mismo me quedé sorprendido. Los especialistas traían cables cifrados, los descifraban, me explicaban todo, los mapas secretos, las operaciones, las instrucciones, todo, minuto a minuto. Así estuvimos (de las 10 de la mañana) hasta las 10 de la noche. Con todo ese material me fui a México y describí la Operación ‘Carlota’ completita”.
Cuando García Márquez terminó el artículo se lo mandó a Fidel, “para que él fuera el primero en leerlo”. Tres meses después no había novedades y volvió a Cuba para hablar del asunto. Tras consultarlo con Carlos Rafael Rodríguez revisó lo que había escrito: “Acabé de ganarme la lotería porque, en vez de quitar cosas, lo que hizo fue aclararme cuestiones importantes y agregar detalles que no estaban”.
El artículo se publicó en todo el mundo y los hermanos Castro quedaron sumamente complacidos. García Márquez había demostrado su valía revolucionaria; o, como lo diría Mario Vargas Llosa posteriormente, se había convertido en el ‘lacayo’ de Fidel Castro.
No solo había contentado a Fidel, sino que después García Márquez recibió el premio mundial de periodismo de la Organización Internacional de Prensa por sus crónicas sobre Cuba y Angola. Cabe imaginar que no tenían conocimiento de la “participación” de sus tres distinguidos colaboradores. Durante un tiempo García Márquez, embriagado como es de imaginar por su amistad personal con la figura más destacada de la historia latinoamericana reciente, diría a los periodistas que no quería hablar de Fidel porque temía parecer un adulador.
Cabe precisar que, desde la muerte del Che Guevara, a Castro no se le habían conocido amistades masculinas dignas de mención, más allá de su hermano Raúl, eternamente leal, u hombres como Antonio Núñez Jiménez, Manuel Piñeiro y Armando Hart. Así que la amistad con García Márquez era algo sumamente inusual y del todo inesperado.
Pero a pesar de ello, ambos tenían muchas coincidencias: tenían aproximadamente la misma edad, eran caribeños y contrarios al imperialismo, en parte a modo de reacción por la proximidad del monopolio bananero estadounidense, la United Fruit Company.
Anecdóticamente, ambos habían estado en Bogotá en abril de 1948 durante el Bogotazo, e incluso ciertos teóricos de la conspiración creen que desde entonces empezaron a subvertir juntos América Latina.
“Ambos creemos en la justicia social, el la dignidad del hombre. Lo que caracteriza a Gabriel es su amor al prójimo, su solidaridad con los demás, que es una característica de todo revolucionario. No puedes ser revolucionario sin admirar y creer en otra gente”, habría dicho Fidel Castro sobre ‘Gabo’.