Se trató de uno de los episodios más sangrientos de la historia francesa. Louis viajaba a lomos de su caballo cuando fue atacado por un grupo de hombres, que cercenaron sus brazos antes de ultimarlo.

El preboste de la ciudad, Guillaume de Tignonville (es decir, el oficial real encargado de representar al rey en París), encontró un ambiente terrible: una de sus manos había sido completamente seccionada, mientras que el otro brazo se encontraba rajado hasta el hueso. Como el propio capitán reflejaría en su informe, “su cabeza estaba tan dañada que el cerebro entero sobresalía”.

El informe realizado en el que se recoge el proceso de investigación del crimen es uno de los documentos medievales más intrigantes de su época, y también, un involuntario precedente de la novela policiaca. Se trataba de un rollo de pergamino de 30 pies (unos 10 metros) que desapareció poco después de su elaboración, y que no volvería a ver la luz del día hasta que finalmente fue impreso a mediados del siglo XIX.

No eran pocos los que querían ver muerto a Louis I. Desde que su hermano mayor Carlos VI de Francia, apodado ‘El Loco’, fuese apartado de la toma de decisiones, el conde de Valois se vio obligado a disputar la regencia con Juan Sin Miedo.

Se sucedería un período de inestabilidad agravado por la presunta relación amorosa entre Louis e Isabel de Baviera, así como por los secuestros sufridos por los hijos de Carlos VI, hasta que finalmente Juan Sin Miedo se convirtió en su tutor.

Fue la intercesión de Juan de Valois, duque de Berry y tío de ambos, lo que pareció poner fin a la dura económica y social del enfrentamiento entre los dos primos. Sin embargo, apenas tres días después de esta reconciliación, Louis I fue asesinado.

La primera medida tomada por Guillaume de Tignonville fue cerrar las puertas de la ciudad para que nadie escapara y apostar guardas en todas las esquinas para evitar que el pánico cundiera entre los parisinos.

Tignonville apenas durmió durante los días siguientes, y utilizó ese tiempo para recolectar todos los datos posibles. Tomó pruebas del lugar del crimen y examinó hasta el último rincón de la guarida en la que, aparentemente, se habían cobijado los asesinos del rey.

Además, solicitó a todos los posaderos una relación de sus huéspedes, anotando todo en el célebre pergamino. Tignonville llevó a cabo la investigación desde el Châtelet de París, una fortaleza que contaba con su propia morgue, un gran número de celdas y donde las torturas eran relativamente habituales.

Tignonville interrogó a decenas de testigos de ese París que ya contaba con más de 100 mil habitantes, entre los que se contaban barberos, amas de casa y tenderos. Los interrogatorios eran realizados en las habitaciones del Châtelet por grupos formados por dos personas. Uno de ellos realizaba las preguntas. El otro, las transcribía en documentos que pasarían a conformar el célebre pergamino.

La primera conclusión a la que llegó Tignonville es que los agresores no fueron precisamente hábiles la noche de la agresión, quizá porque no tenían en cuenta que fuesen a ser objeto de una persecución tan minuciosa. Una de las testigos fue amenazada tras contemplar el asesinato y solicitar ayuda; otra tendera explicó cómo el grupo de agresores irrumpió en su tienda para apagar las luces antes de salir corriendo.

La suerte de esos seis días de noviembre cambió cuando finalmente el preboste dio con el hombre que había alquilado su casa a los asesinos, así como a los vendedores que les habían proporcionado vituallas. Gracias a esa información, Tignonville comenzó a sentir el pálpito que finalmente le conduciría a la verdad. No se trataba de un simple ajuste de cuentas, sino de una conspiración en la que podía verse envuelto un gran número de los aristócratas de la época y que llegaría hasta el propio Juan Sin Miedo.

Por ello, y contraviniendo los procesos habituales, el oficial solicitó examinar algunos de los palacios de los lores más importantes de la ciudad. Ello provocó la confesión de uno de ellos que, durante el funeral de Louis I, había exclamado: “¡No ha habido un asesinato más desleal que este!”.

La conspiración había sido organizada, bajo las órdenes de Juan Sin Miedo, por el valido del rey, Thomas de Courteheuse (que fue quien hizo abandonar al duque la casa de su amante para reunirse con Carlos VI), y Raul de Anquetonville, el hombre que al mando de quince hombres acabaría con Louis I.

El asesinato de Louis daría inicio a una sangrienta guerra civil en Francia entre los Armagnac y los borgoñones, que dividiría el país durante 70 años, hasta la muerte de Carlos el Temerario, duque de Borgoña, en 1477.

Fuente: elconfidencial.com