Es tanta la fama que tiene Starbucks que la CIA (Agencia Central de Inteligencia) no ha querido privar a sus agentes de sus manjares y desde hace años tiene funcionando un local dentro de sus instalaciones, ubicadas en Langley, Virginia.

Pero este Starbucks no es como los miles que hay en todo el mundo. Aquí no se ponen nombres a los vasos de plástico, ni los trabajadores pueden entrar y salir a la hora que quieren. Tampoco se puede poner música ambiental. En este “local federal todo es distinto”.

A la hora de comprar los agentes no pueden dar sus nombres, eso es secreto de Estado; por ello tienen que inventarse un sobrenombre. Tampoco hay tarjetas de crédito, ni se puede portar celulares. Lo que sí es común son las sillas y la temática tan conocida en los locales de esta tienda.

A menudo, cuenta un agente federal que no quiso dar su nombre al Washington Post, el local sirve para que los agentes realicen entrevistas de trabajo. “A veces se puede escuchar a gente importante hablando en alemán o árabe”, señaló.

El reclutamiento de los empleados que “servirán a su nación” es totalmente estricto y hermético. Ellos son seleccionados y su ficha personal es analizada al milímetro.

A su vez, antes de iniciarse en el servicio de Starbucks, ellos son entrevistados por los altos mandos de la CIA. ¿Nada fácil, verdad? Una vez aceptados les está prohibido que difundan el lugar donde trabajan y son sometidos a investigaciones cada cierto tiempo. Para regresar a sus hogares, ellos son escoltados por miembros de seguridad nacional, como si fueran parte de la élite del Estado.

“No podemos salir del campus, tampoco hablar por celulares ni mucho menos decir dónde trabajamos”, dijo una trabajadora del local.

Fuente: Washington Post/ Dailymail