Pero sea para bien o para mal ¿de dónde salió la frase? Pues bien todo empezó en la Edad Media cuando se practicaban los “Juicios de Dios”.

A los acusados se les sometía a diversos rituales, de los cuales según se pensaba se daban a luz el juicio divino.

Los rituales incluían sujetar hierros al rojo vivo, pasar un buen rato bajo el agua, meter las manos a un balde de agua hirviendo, meter las manos a una hoguera, etc.

Si el acusado era inocente Dios lo protegería del daño sin importar la prueba a la que se enfrentara. Obviamente el veredicto en todos los juicios era siempre el mismo: culpable.

No dejaron ningún vivo pero si la costumbre de usar el término “Meter las manos al fuego”, entre otras similares. Actualmente, esta frase en muy común para demostrar confianza, amistad y sinceridad y denota, asimismo, un compromiso o juramento, por ejemplo.

Y ¿tú meterías las manos al fuego por alguien?

Fuente: planetacurioso.com