La historiadora ecuatoriana Tamara Estupiñán está convencida de que aquel montón de piedras que se puede divisar en una zona de difícil acceso,* en la región de Sigchos, a 70 kilómetros al sur de Quito* (Ecuador), es en realidad un sitio arqueológico: La tumba de Atahualpa, el último emperador Inca.

Para esta investigadora del Instituto francés de Estudios Andinos (IFEA), no hay duda de que los montones de piedra que ha encontrado cerca del río en el territorio de Machay Malqui albergan la última morada de Atahualpa.

“Machay significa gruta, santuario en el que se encuentra el Malqui. El sitio que alberga las ruinas de Machay pertenecen a la región de Malqui, y Malqui significa cuerpo o momia de los ancestros del Inca. Por lo tanto, Malqui Machay significaría el sitio donde está enterrado su cuerpo”, explica la arqueóloga a la agencia AFP traduciendo la lengua incaia quichua.

Su hipótesis va tomando forma tras el descubrimiento de un monumento arquitectónico de diseño imperial tardío con un camino que conduce a varias estancias rectangulares, construidas con piedras talladas y pulidas alrededor de una plaza trapezoidal.

El gallo legendario

El terreno pertenece actualmente a un criador de gallos de pelea, una tradición local. Y algunos ya subrayan las coincidencias de la historia, porque la leyenda cuenta que un gallo se puso a cantar por la muerte de Atahualpa.

El director del IFEA, con sede en Lima, Georges Lomné, comparte la certeza de la arqueóloga ecuatoriana, recordando que este territorio formaba parte del “dominio personal” de Atahualpa, fuera de su tradicional zona de ocupación.

Atahualpa fue “el último cápac del Tahuantinsuyo”, el imperio que abarcó territorios desde Colombia hasta Chile por el Pacífico, incluidos de Bolivia y Argentina. Fue capturado por los españoles en noviembre de 1532 y ejecutado en julio de 1533.